La gastronomía empieza en el campo

La situación actual de sequía severa está perjudicando seriamente las producciones agrarias de Andalucía, y Sevilla no es una excepción: como ejemplo, la comarca del Bajo Guadalquivir, que está reduciendo a la mitad sus cultivos de invierno, tal como informa la cooperativa Las Marismas de Lebrija.

Uno de los productos estrella de nuestra provincia, el tomate, no ha podido todavía poner en semillero sus plantas, para realizar su trasplante en el próximo mes de marzo, a causa de la incertidumbre climática. Pero todos los productos agroalimentarios están en crisis. De hecho hay previstas movilizaciones de los trabajadores del sector agrario andaluz.

Junto a la sequía, está la fuerte subida de los costes de producción, que los agricultores no pueden repercutir en el precio de venta, y que hace que nuestro campo se encuentre literalmente “asfixiado”, poniendo en peligro nuestra industria agroalimentaria, mayoritariamente familiar.

Es nuestro deber acercarnos a la realidad del campo, ese gran proveedor de alimentos frescos, muchos de ellos marcas de calidad certificada de nuestra provincia. Los sistemas actuales de distribución comercial parecen llevarnos a lo que ya se califica como el “distanciamiento alimentario” por puro desconocimiento y desinterés.

Son tiempos duros para el sector agrícola y ganadero, por la globalización de los mercados, el aumento indiscriminado de los costes y la competencia desleal, que demandan necesarias reformas estructurales y sobre todo ayudas para paliar los efectos de la sequía.

Pero el campo es el gran sector productivo, fundamental para el desarrollo socioeconómico de las zonas rurales, pues crea empleo, fija población al territorio y cuida el medio ambiente. Y para nosotros, es origen de productos de calidad y diferenciación. Es el primer eslabón de nuestra cadena alimentaria y por tanto base de nuestra gastronomía histórica.

 

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