Este martes pasado, a pocas horas de superar el solsticio de verano y las hogueras de San Juan, celebramos un almuerzo homenaje a quien ha sido durante más de seis años presidente electo y líder espiritual de esta Academia: Julio Moreno Ventas. La Asamblea General Extraordinaria de mayo aprobó la renovación estatutaria de cargos, con el consiguiente nombramiento del nuevo presidente, Manuel Salinero, que ya ejerce como tal.
Tocaba pues agradecer con buen festín gastronómico colectivo a quien fijó el camino inicial a seguir de esta Academia, desde sus entrantes hasta sus postres; que las cartas hay que diseñarlas con menús equilibrados pero coherentes, que luego es más difícil enderezar y corregir, una vez comprados los ingredientes. Definida queda la condición de esta Academia y aclarados sus fines corporativos. Y había que meterse en la cocina.
La gran mayoría de los académicos estuvo presente en el Restaurante Ispal de Sevilla capital, especializado en productos de proximidad, en este caso de la provincia sevillana, incluyendo vinos y manteca colorá.
Como ya avisó, el vicepresidente, Ignacio Candau, glosó un emotivo ditirambo sobre Julio Moreno, desde el cariño y el agradecimiento. Su paso por la Agencia Extenda para el comercio exterior, y su incursión en la Academia Andaluza de Gastronomía, la que abandonó para crear la Academia Sevillana en 2018, junto a 13 aguerridos y voluntariosos miembros, que hoy son 46. Su relación con el sector agroalimentario y su natural inteligencia y capacidad para motivar y dirigir, ayudó en su desempeño; todo un escandallo sin explorar, en el arte de crear la marca gastronómica sevillana, y con la cultura de la tapa como grasa culinaria.
El que hoy ya luce el título de Presidente de Honor, consiguió -junto con su equipo-, una Academia propia de Gastronomía para Sevilla, como la de Málaga (la más antigua de España) o la de Córdoba.
Dijo también Ignacio Candau –por resumir- que en estos años Moreno ha controlado, regulado, redactado, asumido, buscado recursos humanos y materiales, creado redes, generado documentación, etc., en diferentes proyectos, para encender el fuego y mantenerlo vivo. Y todo eso, sin contar –o sí- con sus dotes de actor, desarrollando un trabajo incansable, que ha dado sus frutos en múltiples vínculos, y ha enriquecido el recetario estructural y dado sentido a nuestra labor como académicos.
Y volviendo a su mayor acierto –el producto, eje central del trabajo de la Academia-, esta dedicación ha traído consigo, además del conocimiento de empresas, cooperativas y federaciones empresariales, algo todavía más valioso si cabe: muchos amigos. Amigos en las aceitunas, en el pan y los picos, en el arroz, en el aceite de oliva y ahora en los vinos; pero también en entidades públicas y privadas, con emprendedores, de incalculable valor humano. Personas que nos acompañan en el día a día de la Academia, navegando en el mismo barco de la gastronomía sevillana, que se está encontrando consigo misma. Un extraordinario legado de verdades asumidas.
Por su parte, Julio Moreno declaró haber recibido energía de los académicos en estos seis años de aprendizaje. Y subrayó que siempre quiso conseguir para la Academia notoriedad y respeto de la sociedad sevillana. Agradece el mérito de haber creado una red de colaboradores e instituciones (Cámara de Comercio, Prodetur, Caja Rural…etc.), necesarios para trabajar por objetivos comunes como definir y consolidar la cultura de la tapa, o los festivales gastronómicos. Ahora desea dar un paso atrás. Julio se va, pero no se va. De momento se lleva un delantal lleno de justificados ditirambos firmado por académicos y compañeros, y sin embargo amigos.
Nos regaló su tiempo, ¡qué gran generosidad!. Y guisó con acierto el alma de esta casa (palabras de Ignacio Candau). Ahora hay que ampliar el recetario manteniendo el nivel de calidad e ilusión.
¡Oído Academia! ¡Gracias Julio!