En el Año del Aove de Sevilla y próxima ya su clausura por parte de nuestra Academia, llega a nuestra Biblioteca Juan Robles un libro que aporta de primera mano un relato personal del mundo del olivar en nuestra provincia: Olivares y Macacos Forrados, de Rafael Carrasco Ruiz (Editorial Pangea 2024). Un escritor autodidacta que vivió desde su niñez el trabajo del campo en la localidad de Arahal, uno de los pueblos de La Campiña con más peso en el sector olivarero sevillano.
Carrasco conoció en su familia el modo de vida de los jornaleros del olivar, desde sus abuelos, sus padres y hermanos y desde su propia experiencia. Mucho han cambiado las cosas desde los años 50-60 del siglo pasado. Sin mecanización, con jornales vinculados al verdeo, horarios interminables bajo el sol, trabajo infantil y el capricho del terrateniente como ley laboral, siendo el olivar la gran fuente de ingresos en el pueblo junto con el algodón. Tiempos en que era normal compartir espacios en la vivienda con las bestias domésticas.
El libro contiene además una selección de fotos que ilustran las faenas agrícolas y también las fiestas de la cosecha, con el motivo de la aceituna siempre presente. La obra dedica algún capítulo al continuo trabajo de la mujer, en el campo y en casa.
Carrasco relata anécdotas de aquellos tiempos difíciles, describiendo la idiosincrasia singular de Arahal y su cultura propia, sus personajes, la Feria del Verdeo, la escasez endémica. Sin olvidar una mirada hacia adelante con el ejemplo de las empresas familiares y cooperativas creadas en torno a la aceituna, o el relevo generacional en la industria, y nombra a los jóvenes emprendedores que con entusiasmo afianzan el futuro del sector en Arahal, comercializando sus aceitunas tanto en España como en el extranjero.
Olivares y Macados Forrados es un sencillo libro testimonio para conocer la cultura popular del aceite arahelense –similar al de otras poblaciones sevillanas y andaluzas- así como su evolución a través de los últimos años.
“Me cuentan que antiguamente iban al tajo caminando, a veces en ayunas. Me dicen que algunos privilegiados iban en bicicleta o en borriquillo y que algunas noches se quedaban a dormir en los cortijos, en una gañanía compartida por sábanas que eran paredes, por dónde se escuchaban los sueños. Dicen que el olivo da poca sombra y mala, pero debajo de un olivo se comparten el tabaco, el pan y el vino. Debajo de un olivo se comparten amores, tragedias y destino, se comparten la sed, el agua, los caminos, las penas, los sudores y suspiros. Quien haya dicho que el olivo da mala sombra no ha vivido entre Olivares ni entre gentes de Arahal”.
(Fragmento del Pregón de la Fiesta del Verdeo 1997, versionado por Rafael Carrasco Ruiz).