Dulce Navidad de los Conventos Sevillanos

Yemas de San Leandro, mermeladas de Santa Paula, bollitos de Santa Inés, pestiños de Santa Ana y algunos más de las Jerónimas de Constantina… un año más se agotaron las existencias un día antes de lo previsto, en la Muestra Anual de Dulces de Conventos de Clausura de la provincia de Sevilla, que ha alcanzado sus 35 ediciones, en el Palacio Gótico de los Reales Alcázares. Han expuesto sus dulces un total de 14 conventos de clausura sevillanos, y se han vendido más de 10.000 kilos de estas delicias.

 

El lema “Ora et Labora” (hoy marca comercial) lo llevan escrito en sus credenciales los voluntarios que participan en esta Muestra Anual, donde las colas siguen siendo interminables desde el Patio de Banderas. Con el tiempo, el muestrario de dulces conventuales se ha ido ampliando con otros productos gourmet como licores y cremas frutales.

 

Santa Ana de Sevilla y Utrera, Mercedarias de Osuna y Marchena, Clarisas de Carmona, Marchena, Sevilla, Morón, Alcalá de Guadaira y Estepa, Dominicas de Sevilla y Bormujos; Jerónimas de Morón, Constantina y Sevilla y Agustinas de San Leandro; y las monjas de San Clemente que este año no han podido estar por avería en obrador.

 

Aunque la mayoría de estos productos pueden comprarse on-line durante todo el año, bien en la web del convento o en un portal colectivo de varios, el grueso de la campaña se da en estas fechas navideñas, atrayendo a gran número de visitantes. Sevilla es una gran potencia en venta de dulces de conventos de clausura, sobre todo desde la publicación del libro Sevilla Oculta, de Enrique Valdivieso y Alfredo J. Morales, tal como indica el periodista del Grupo Joly José Joaquín León.

 

Son obradores de trabajo silencioso, constante, de recuperación y conservación de antiguas recetas, que estas mujeres van aprendiendo con los años, y que compaginan con la oración. Sabemos que el consumo de dulces en navidad viene de lejos en la historia, pues ya los primeros cristianos, en basílicas y catacumbas se reunían alrededor de la comida, como motivo especial de encuentro. Hoy el consumo de dulces es un hecho habitual. Los pestiños y los polvorones tienen un origen diverso, pero proceden tanto de judíos, musulmanes y católicos, y se conservaron en los conventos gracias a las sirvientes moriscas.

 

Los dulces de conventos son productos de calidad y prestigio, que aportan un punto especial a la gastronomía sevillana, ayudando a mantener este patrimonio histórico de conventos y monasterios y de vidas contemplativas.

 

Las Jerónimas de Constantina regalan con las compras de sus dulces un pequeño “pergamino” con la famosa Carta de San Pablo a los Corintios: “Si no tengo amor, nada soy”, un gran mensaje para los que hacen repostería.

 

Charo Barrios.

 

 

 

 

 

 

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